lunes, 7 de febrero de 2011

En la barbería

     Primera hora de la mañana. Aún no han dado las siete y la barbería de Makar Kuzmich Blestkin ya está abierta. El propietario, un joven de unos veintitrés años, sucio, vestido con ropas mugrientas que pretenden pasar por elegantes, está poniendo en orden el local. En realidad, es poco lo que ha de limpiar, pero el trabajo lo ha hecho sudar. Aquí pasa un trapo, allí rasca con la uña, más allá encuentra una chinche y la sacude de la pared.
     La barbería es pequeña, estrecha, destartalada. El empapelado de las paredes, entramadas de madera, recuerda la camisa desteñida de un cochero. Entre dos ventanas empañadas y lacrimosas se abre una puertecilla delgada, miserable y rechinante, coronada por una campanilla medio verdosa por la humedad que tintinea de vez en cuando, sin razón aparente, se estremece y emite un sonido quejumbroso. Mírense ustedes en el espejo que cuelga en una de las paredes: su cara se ladeará en todos los sentidos con la más implacable de las crueldades. Es delante de ese espejo donde el barbero corta los cabellos y afeita a sus clientes. Sobre la mesita tan sucia y pringosa como el propio Makar Kuzmich, está todo dispuesto: peines, tijeras, navajas, fijadores y polvos de a kopek, y agua de colonia. La verdad es que la barbería entera no vale ni medio rublo.
     El quejido de la achacosa campanilla anuncia la entrada de un señor de edad madura con chaqueta de cuero y altas botas de fieltro. Lleva la cabeza y el cuello envueltos con un chal de mujer.
     Es Erast Ivánich Yágodov, padrino de Makar Kuzmich. Anteriormente trabajaba como guardián en el Conservatorio, pero ahora vive cerca de Krasni Prud y ejerce el oficio de cerrajero.
     -¡Buenos días, Makar!- dice al barbero, que sigue ocupado en su labor de limpieza.
     Se besan. Yágodov se quita el chal de la cabeza, se persigna y se sienta.
     -¡Sí que está lejos esto!-dice, carraspeando-. No es poca cosa. Del Estanque Rojo a la puerta de Kaluga.
     -¿Cómo está usted?
     -Nada bien. He tenido fiebre.
     -¡Qué me dice usted!¡Fiebre!
     -Fiebre. He pasado un mes en cama; creí que me iba a morir. Recibí la extremaunción. Ahora se me cae el cabello. El doctor me ha dicho que me lo corte al rape. Dice que me saldrá un pelo nuevo y más fuerte. Entonces pensé: vete a ver a Makar. Antes que a cualquier otro sitio, vale más ir a casa de un pariente. Lo hará mejor y no te cobrará nada. Queda un poco lejos, es verdad, pero ¿qué importa? Sirve de paseo.
     - Se lo cortaré con gusto.¡Siéntese, por favor!
     Makar Kuzmich, chocando los talones, le señala una silla. Yágodov se sienta, se mira en el espejo y parece satisfecho con lo que ve: en el cristal la cara aparece torcida, con labios de calmuco, nariz achatada y ojos en la frente. Makar Kuzmich cubre los hombros de su cliente con una sábana blanca salpicada de manchas amarillas y empieza a manejar las tijeras.
     -¡Se lo voy a cortar al rape!- dice.
     - Naturalmente. Que tenga aspecto de tártaro o de bomba. Así nacerá más tupido.
     -¿Qué tal está la tía?
     -Bien, va tirando. Hace poco asistió de parto a la esposa del mayor. Le dieron un rublo.
     -Un rublo, nada menos.¡Agárrese la oreja!
     -La agarro... Cuidado, no me corte. ¡Ay, me hace daño! Me tira de los pelos.
     -No es nada. En nuestro trabajo esto es inevitable. Y ¿qué tal se encuentra Anna Erástovna?
     -¿Mi hija? Estupendamente. El miércoles de la semana pasada se prometió en matrimonio con Sheikin. ¿Por qué no viniste?
     El ruido de las tijeras se interrumpe. Makar Kuzmich baja los brazos y pregunta con temor:
     -¿Quién se ha prometido?
     -Anna.
     -¿Cómo es posible?¿Con quién?
     -Con Prokofi Petrov Sheikin. Su tía es ama de llaves en una casa en el callejón de Zlatoust. Es una buena mujer. Naturalmente, todos estamos muy contentos, a Dios gracias. La boda se celebrará dentro de una semana. No faltes, lo pasaremos bien.
     -Pero, ¿cómo es esto, Erast Ivánich?- dice Makar Kuzmich, pálido, sorprendido, encogiéndose de hombros. -¿Cómo es posible? Esto... ¡no puede ser, de ningún modo! El caso es que Anna Erástovna... el caso es que yo... el caso es que yo la quería, y tenía intenciones serias. ¿Cómo ha sido esto?
     -Pues ya lo ves. Se han prometido, eso es todo. Es un buen hombre.
     El rostro de Makar Kuzmich se cubre de un sudor frío. Deja las tijeras en la mesa y empieza a frotarse la nariz con el puño.
     -Yo tenía intenciones serias... -dice-.¡Esto es imposible, Erast Ivánich! Yo... yo estoy enamorado y le ofrecí mi corazón... Y la tía había dado su consentimiento. A usted lo he estimado siempre como a mi padre... siempre le corto el pelo gratis. Siempre le he dado pruebas de atención, y cuando mi padre murió, se quedó usted con el sofá y diez rublos en dinero que no me ha devuelto. ¿Se acuerda usted?
     -¡Cómo no voy a acordarme! Claro que me acuerdo. Pero, ¿qué clase de novio serías tú, Makar? No tienes dinero, ni posición, te ocupas de un oficio de mala muerte...
     -¿Shelkin es rico?
     -Shelkin es miembro de una compañía de artesanos y tiene invertidos mil quinientos rublos. Así que, hermano... Da lo mismo correr que saltar, lo hecho, hecho está. Atrás ya no se puede volver. Búscate otra novia... El mundo no se acaba aquí. ¡Bueno, sigue cortando! ¿Qué haces ahí parado?
     Makar Kuzmich se calla y permanece inmóvil; luego saca el pañuelo del bolsillo y empieza a llorar.
     -¡No es para tanto, hombre! -le dice, consolándolo. -¡Basta! ¡Sollozas como una mujer! Acaba de cortarme el pelo y llora luego todo lo que quieras. ¡Toma las tijeras!
     Makar toma las tijeras, durante un minuto las mira con aire abstraído y a continuación vuelve a dejarlas sobre la mesa. Le tiemblan las manos.
     -¡No puedo! -dice-.¡Ahora no puedo, me fallan las fuerzas! ¡Qué desgraciado soy! ¡Y ella también es desgraciada! Nos queríamos, nos habíamos dado palabra, y nos han separado personas malvadas sin corazón. ¡Márchese, Erast Ivánich! Se me hace insoportable verlo.
     -Bueno, vendré mañana, muchacho. Mañana termina de cortarme el pelo.
     -Está bien.
     -Cálmate. Vendré mañana a la mañana, a primera hora.
     Con la mitad de la cabeza pelada al rape, Erast Ivánich parece un presidiario. Le resulta molesto irse con ese aspecto, pero no hay nada que hacer. Se envuelve la cabeza y el cuello con el chal y sale. Al quedarse solo, Makar Kuzmich se sienta y sigue llorando en silencio.
     Al día siguiente, por la mañana temprano, se presenta otra vez Erast Ivánich.
     -¿Qué se le ofrece? -le pregunta Makar Kuzmich con frialdad.
     -Acaba de cortarme el pelo, Makar. Aún te queda la mitad de la cabeza.
     -Pagueme por adelantado. No trabajo gratis.
     Erast Ivánich se marcha sin pronunciar palabra. Hasta la fecha sigue teniendo el pelo largo en una mitad de la cabeza y corto en la otra. Considera un lujo pagar por un corte de pelo y espera a que los cabellos le crezcan en la mitad rapada. Y así se presentó a la boda.

Antón Chéjov
      

4 comentarios:

Hermana de SDU-7 dijo...

Que se joda Erast Ivánich.

Mr. Popo dijo...

Se lo merece, por ruso (?)

Hermana de SDU-7 dijo...

No, pará, no te metas con los rusos. Ése es un caso aparte, pero con los rusos no, pibe. TE VAMO' A CAGÁ' A PALO TE VAMO' (???)

Mr. Popo dijo...

Está bien. Después de todo inventaron la celebre ensalada.

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